PopayánHoy

martes, mayo 30, 2006

Popayán: Ciudad de pecados y oficios

He escuchado la historia de héroes y mártires libertadores de esclavos, pero no la de los esclavos mismos que antes de ser liberados trabajaban para ellos en sus fincas y haciendas. Por ahí, entre pasillos y corredores me han contado en voz muy baja la doble moral de la ciudad, una moral que censura el discurso de quien no reproduce la historia oficial que cuentan los libros de historia.


Y es que lo que conocemos actualmente de la ciudad, son las mismas historias, cuentos y leyendas. Narraciones que se convierten en conversaciones cotidianas cuando entre payaneses raizales recuerdan nostálgicamente un pasado ¨glorioso¨ que ya no volverá. Un pasado que se mantiene vivo, a través de las evocaciones de los viejos y que los hijos jóvenes de las familias distinguidas tratan de mantener entre costumbres y tradiciones que parecen no entender.


Esa es la historia que conocemos de la ciudad, una historia oficial, bella, trágica, heroica y de sacrificio. Una etapa que aún hoy se esfuerza por esconder el presente de una ciudad que ya no es la misma. No estamos en una época gloriosa, ni siquiera hoy la ciudad es recordada por sus héroes de antaño a veces ni siquiera por la Semana Santa; Popayán parece es recordada, no tanto por su pasado heroico sino por el terremoto que 24 años atrás destruyera gran parte de su centro histórico.

Así es, la historia de Popayán se ha escrito a través de lo oficial y nada más. Y eso es algo que no se puede desconocer, ni aún los más ilustres escritores se han empeñado en escribir esa otra historia de la hoy que es la llamada “Ciudad Blanca de Colombia” o “Jerusalén de América”.

Una ciudad que la mayor parte del tiempo pasa con sus paredes blancas adornadas por el polvo negro que levantan los carros -polvo que sólo es limpiado para Semana Santa- y pintada de graffitis de adolescentes enamorados o expresiones de protesta e inconformismo político. Hoy, sin embargo, la ciudad se teje a través de otros cuentos, otras historias y otras leyendas.

La Popayán de hoy también se ve a través de ojos de mendigos, desplazados, jóvenes, hippies, vendedores ambulantes, taxistas, comerciantes informales, ladrones y personas de otros lugares que han llegado a la ciudad en busca –no sé- si de un mejor futuro.

Es el tiempo de las protestas en las calles, reprimidas con chorros de agua a presión, gases lacrimógenos y policías con negras armaduras que se asemejan a trajes de “héroes” de películas de gringas.
También es el tiempo de los mendigos sentados en las esquinas de los centros de poder esperando “Una monedita por favor” o un pedazo de pan para calmar el hambre de días sin probar bocado, y también, es la época de los ladrones quienes por necesidad –o por no sé que- roban las carteras, aretes, cadenas, pulseras y billeteras de las personas que caminan por los andenes y calles de la ciudad.

Y aunque todo ello parece esconderse y mimetizarse bajo ese color blanco que oculta los “defectos” de Popayán, nuestra querida ciudad no deja de ser un lugar pecador, tan humana como nosotros, tan inhumana como sus paredes.

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